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viernes, 13 de febrero de 2015

Conjunto de piezas metálicas con ruedas que logran recortar distancias.

Esta tarde me voy a encontrar de nuevo sentada en un tren con dirección a la felicidad. Parada a parada me encontraré cada vez a menos quilómetros de mi destino y más cerca de ella.
Cada diez minutos veré a ritmo de la música de mis auriculares como la gente va subiendo y bajando y cada uno por un motivo distinto. Observaré de nuevo como alguien con la mirada perdida se subirá en Montcada con la esperanza de recaudar algo de dinero y poder bajar en la siguiente parada con una sonrisa escondida entre sus bolsillos.

Ya sólo me quedaran un par de estaciones más para bajar y subir de nuevo a otro tren con destino directo hacia ti. Será un rápido pero largo trayecto que segundo a segundo me va a ir acelerando los latidos al mismo ritmo que se agitará el motor del tren.
Una, dos y a la siguiente me levantaré con los pies agitados y ansiosos de salir de esa maldita puerta mecánica para correr hacia unos brazos deseosos de mi.

Al fin he bajado de ese maldito pero bello conjunto de piezas metálicas con ruedas que logran recortar distancias y con los ojos ligeramente inundados me he encontrado buscando la mirada de unos ojos azules donde pueda observar con claridad la profundidad del mar, la inmensidad del cielo y la grandeza de tu alma.
Los busco entre WhatsApps y con la misma timidez que lo hice por primera vez. Me acerco de nuevo hacia ellos con las mismas ganas que aquél 12 de Enero y otra vez se quedan abiertos mientras los míos se cierran lentamente para sentirte desde cerca. Sentir que empieza un nuevo fin de semana justo en ese instante y que voy a querer volver a hacerlo eterno.

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