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martes, 15 de diciembre de 2015

Ni me falles, ni me faltes.

Invierno se asomó lentamente entre las rejillas de mi persiana.
-lentamente, pero veloz.-

El frío empezaba a teñir de blanco cada rincón de mi habitación, y también de mi. Hasta el punto en que mi única salvación era esconderme debajo de las 3 mantas que posaban sobre mi cama para intentar hallar algo de calor.
-mi fría cama-


Y entonces... apareciste.
Así, sin más.


Te vi pasearte entre la niebla al ritmo de mis latidos, como si no te asustase nada.
Contemplé como el camino que recorrías iba dispersando a gran velocidad toda la nieve.

Venias con un abrigo más grande que tú -pero menos que tu corazón-, y ni te costó ni te importó que te desabrochase cada uno de los botones a pesar del miedo que llevabas oculto en él.




Y fue ahí.




Fue dentro de ese abrigo donde encontré el calor que llevaba meses buscando en abrigos equivocados.
Fue justamente ahí dentro donde me quise ver durante todo el invierno -y toda la vida-. Dentro de ti. Formando parte de ti.


Ni me falles, ni me faltes cariño. Porque quemo, contigo, soy fuego.

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