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sábado, 13 de febrero de 2016

Musa por un día

Eran más que enormes,
las ganas de poseerla,
entre mis brazos y piernas
aunque fuese sólo por una vez.

Ni en años
hubiera imaginado
el hacer realidad
ese deseo.

Sus labios, sus ojos,
sus ojos, sus labios.
Unos me comían y otros
querían comerme.

Se respiraba un deseo
en el aire,
que hasta el viento
no se atrevía a volar entre nosotras.

Y cuando se liberó el deseo,
y llegó a tal locura,
nos hizo perder la cordura.

Menuda lujuria.

Ya no era deseo, era necesidad.
La necesidad de besarla,
pues así lo pedía su sonrisa.
La necesidad de sentir placer,
a través de otra piel
-de su piel-.

Y cuando se aparcaba el sexo
para dar paso a las caricias,
ni yo era consciente
de cuanto me gustaría.

Así fue como,
con sus besos y orgasmos,
su enorme corazón y tiernas caricias,
quiso ser mi musa por un día.

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