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domingo, 16 de noviembre de 2014

Recuerdos domingueros.

Tardes de esas en que la casa se ve demasiado vacía y oscura, solo la luz del televisor ilumina apenas unos metros que puedes ver desde la puerta de tu habitación, desde mi cama.
Tardes, un poco más tarde, que te dejan en un estado de reflexión sinfín. 
Tardes que pronto serán noches. Te hacen desear con ansias el tener a alguien que te de el calor que la manta no te proporcionará nunca.
Noches que pronto serán un nuevo día.
Días que a tu lado se me hacían horas como segundos, segundos como un abrir y cerrar de ojos.

Solía pensar que los domingos tan solo eran días para pensar en todo aquello que te ha faltado por hacer durante el fin de semana y torturarte en que pronto será lunes, pero no, los domingos también tienen su encanto cuando estabas a mi lado acariciándome bajo la manta mientras contábamos los segundos que nos quedaban para separarnos de nuevo. Encantos que tan solo tú supiste darme y así quise que fuera.

Mis días favoritos y tan esperados con ansias, eran los domingos, -como tú bien sabes-, hasta tu egoísmo y tú os fusionasteis en un mismo cuerpo y os revelasteis contra mi y todo el amor que inventé tan solo para ti.

Hoy es domingo, hoy vuelve a ser otro puto domingo de mierda.

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