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martes, 25 de noviembre de 2014

-XXV-

Cálidas y valientes sonrisas de aquellos labios que previamente habían sido salpicados por eternas lágrimas de una alma pura.

Cuando me di cuenta de lo que significabas para mi, ya era demasiado tarde para decírtelo. Ya no estabas. El maldito cáncer me la arrebató. Así como el viento hace volar una hoja marchitada por el otoño, el puto cáncer se te llevó en un abrir y cerrar de ojos.

La dulce brisa de verano sopló tan fuerte aquél día, que desde entonces yo sólo pienso en ese lacrimógeno y maldito veinticinco que te separó de mi.

Te juro que me quedo con la mayor admiración y recuerdo que haya sentido jamás por alguien, pero aunque sea en pequeña parte, también me quedas tú, ya que dicen que quién es recordado nunca muere.
A veces necesito que vuelvas aunque sea por un instante, ¿sabes? Necesito volver a ver esa radiante sonrisa cada mañana que ahuyentaba toda enfermedad no descubierta.



...aquí sigo recordándote, pequeña luchadora.

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